Sepultura digital
Esta es una historia sobre la liberación que solo se encuentra al apagar, una despedida digital que nos invita a volver a lo esencial. ¿Estás listo para reconectar con la vida más allá de la red?
¡Play, ▶️! Activa el audio para una experiencia extrasensorial.
Había llegado el momento. No era una decisión tomada a la ligera, pero, después de semanas de reflexionar, sabía que era lo correcto. Se sentó frente a la pantalla, esa ventana que tantas veces había sido refugio, escape y, paradójicamente, cárcel. El cursor parpadeaba, como si preguntara si realmente iba a hacerlo.
Sus dedos teclearon la última despedida. No era para los algoritmos, ni para los extraños que llenaban su feed de opiniones vacías. Era para esas pocas almas que, a través de las distancias, se habían vuelto su familia digital. Personas que jamás había visto en persona, pero cuyas palabras habían sido tan cercanas como un abrazo. Un lazo tejido de conversaciones en noches solitarias, de risas compartidas tras una pantalla y de apoyo silencioso cuando el mundo real se desmoronaba.
—Gracias —escribió—, por ser parte de mi vida en este espacio intangible, por los recuerdos que guardo, aunque nunca hayan sido físicos. Hoy me despido, porque necesito estar en la vida que tengo frente a mí. Les llevo en el corazón, y aunque mi presencia aquí desaparezca, lo que compartimos queda.
Las lágrimas rodaron lentamente, como si quisieran anclarse a su piel, resistiéndose a caer. Era un adiós que pesaba, pero no con el peso del final, sino con la dulce melancolía de quien suelta una mano sabiendo que habrá un reencuentro más allá de las pantallas. Ese rincón digital había sido refugio, una especie de hogar flotante donde cada notificación había marcado el ritmo de su corazón. Pero ahora, ese latido digital se silenciaba, y lo que quedaba era el sonido puro y olvidado del mundo real. Un mundo donde las horas no se miden en actualizaciones ni en likes, sino en los silencios que nos hablan y en los abrazos que el alma siente.
Sabía que, al cerrar esa puerta digital, no cerraba las vidas de quienes habían estado al otro lado. Esas personas, esos seres de luz y sombras, seguirían existiendo, compartiendo sus risas y sus penas, navegando en ese océano inmenso que llamamos internet.
Pero el mayor consuelo no era perderlas, sino entender que en alguna parte, entre la maraña infinita de cables y códigos, seguían conectados. Invisibles, sí, pero presentes. Como estrellas que nunca se ven de día pero que sabes que están ahí, esperando iluminar cuando la noche llegue.
Cerró la laptop con un suave clic, como si con ese gesto apagara el eco de miles de voces. Inspiró profundamente, y por primera vez en lo que pareció una eternidad, sintió el peso del silencio. No era un silencio vacío, no era la sombra de la soledad que temía, sino una libertad nueva y desconocida. El mundo que antes había vibrado con likes y comentarios ahora se desvanecía, ¿el amor que encontró en esa red no moriría con su desconexión? Al contrario, esas conexiones, auténticas y profundas, vivirían en su piel, como tatuajes invisibles.
Se levantó, no para huir del pasado digital, sino para abrazar el presente, sabiendo que las personas que realmente importaban seguirían allí, aunque la pantalla estuviera apagada.
Una vida desconectada, pero nunca realmente sola.
© 2023 Ouraxi, Todos los derechos reservados.
El contenido de este sitio web, incluyendo pero no limitado a textos, imágenes, gráficos y otros elementos, está protegido por las leyes de derechos de autor y otras leyes de propiedad intelectual.
El material contenido en este sitio no puede ser reproducido, distribuido, transmitido, exhibido, publicado o transmitido de ninguna manera sin el previo consentimiento por escrito del autor.
Si estás interesado en compartir o utilizar el contenido de este sitio, por favor, contacta conmigo ouraxi@icloud.com para obtener la autorización correspondiente.
Gracias por respetar los derechos de autor y el trabajo creativo.
Comments ()