Susurros de Arkham
En las profundidades de Arkham, donde las sombras respiran y la razón flaquea, yace un sanatorio con secretos que desdibujan los límites entre la ciencia y la locura...
Es 1905, donde se siembran los pilares para la psicología moderna. Existe un sanatorio conocido por sus innovaciones en la mente humana utilizando diferentes tipos de terapia como; hipnosis, electroshocks, fármacos e hidroterapia, es en estos donde se oculta algo más... algo que no debería existir.
“Los tratamientos podían curar, pero al mismo tiempo podrían abrir una puerta a lo desconocido”
Maxwell, un paciente sin pasado, con tatuajes que parecen cifrar secretos cósmicos. La doctora Delacroix, atrapada entre lo racional y lo inexplicable. Y el director Wagner, dispuesto a abrir puertas que nunca debieron cruzarse…
Susurros de Arkham… Una historia donde la cordura es un privilegio... y el horror… el horror cósmico está presente en cada diagnostico plasmado.
[ Céfiro Paranormal ]
Caminaba con apremio por un largo pasillo, mientras lo hacía pensaba en algunos pendientes que me faltaban por terminar, sin embargo, el repiqueteo de los zapatos me sacaba de mis pensamientos, eso más la cacofonía de las personas que estaban alrededor.
Decenas de pacientes se arremolinaban por todas partes, en ocasiones era como si algo los llamara a determinado lugar para que se dejarán llevar como una marea que mecía sus cuerpos. Eso era algo que no comprendía y que muy probablemente nunca lo haría. Estaba por retomar el paso cuando inesperadamente alguien me saco de aquel estupor;
—Mi piedra azul tiene hambre… —profirió una persona con un aspecto muy demacrado y prestando atención a otra parte.
No respondí de inmediato, una vorágine de pensamientos me surco de inmediato, era como si supiera que tenía que hacer, pero al mismo tiempo algo me impedía seguir adelante.
Primero: No tiene una piedra.
Segundo: No es azul, es de color verde.
Y tercero: Obviamente las hojas no tienen hambre.
Rodé los ojos con un atisbo de molestia, pero, así como sentí esa emoción decidí tranquilizarme, de modo que inhalé y exhalé, eso siempre me ayudaba a tener paciencia, y en ese momento eso era lo que más necesitaba.
—Será mejor que vengas por aquí y enseguida le daremos de comer a tu piedra azul—respondí tomándolo con delicadeza mientras caminaban y nos sentábamos en una banca—Le daremos algo muy nutritivo y delicioso ya verás.
Sonreí estando a su lado, y al parecer ahora el paciente estaba en otra sintonía, en otro plano, en otro lugar. Uno onírico que no dejaba nada a la imaginación y donde algo colapsaba en el pandemónium de su mente.
—Mientras no esté agresivo todo estará bien—susurré incorporándome con lentitud, di varios pasos y fue en ese momento que sentí algo, sentí una mirada, una que por alguna extraña razón me desenfocaba.
Sin perder tiempo giré hacia ese lugar, de inmediato las miradas se cruzaron, fue un contacto visual que me magnetizaba, electrificando cada uno de los sentidos, era algo extrasensorial.
Por alguna razón había algo en esa mirada, en esos ojos, en esa heterocromia. Verde y café. Café y verde. Había algo en ese paciente que me llamaba la atención, sin mencionar los tatuajes enigmáticos que hasta el momento desconocían su significado.
Había algo en el paciente Maxwell que me alteraba.
Seguía caminando sin dejar de verlo fue en ese instante que giré en una esquina y al hacerlo casi tropiezo con una persona.
—¡Doctora Delacroix que bien que la encuentro, será mejor que vea esto! —profirió una enfermera con apremio, su rostro reflejaba aflicción y ansiedad.
Sin responder nos dispusimos a ir a ese lugar donde me indicaba, giré de nuevo para verlo, pero al hacerlo él ya no estaba allí.
En ese instante cientos o miles de escenarios atiborraron mis pensamientos, y por cada segundo que pasaba, estos iban en aumento de intensidad y gravedad, hasta el punto que tuve que tranquilizarme. En ese momento era mejor no especular. Aunque a decir verdad nada bueno se podía esperar de ese lugar.
—¿Por dónde es? —cuestioné con un toque de preocupación.
—¡Es por aquí! —respondió la enfermera que iba caminando deprisa—El paciente tiene…
Las palabras quedaron en vilo, fue como si algo las tomará en la bruma y no dejara que se expresara. La primera impresión que tuve fue contundente, tanto que me detuve en seco, empuñé las manos y tragué saliva.
¿Acaso eso que veía era real?
A ciencia cierta no sabía la respuesta, todos estaban anonadados sacando sus propias conjeturas, aunque había una persona que se veía muy tranquila y ese era el director, el doctor Wagner. Que parecía que disfrutaba de aquel tétrico e incomprensible espectáculo. Se había llevado la mano a la barbilla mientras la acariciaba.
Frente a ellos estaba un paciente que sin tener una respuesta a aquel suceso parecía que rompía con las leyes preestablecidas de la física, ya que parecía que podía escalar las paredes y estaba llegando al techo.
Aquí no había hilos o sogas que lo estuvieran sosteniendo, era un evento inexplicable e inenarrable.
Inefable.
Finalmente, uno de los enfermeros, para ser más exacto el jefe de dicho departamento lo alcanzo a tomar de uno de los pies sujetándolo con fuerza hasta que pudo bajarlo por completo.
—Administren dosis completa de ácido dietil y dipropenilbarbitúrico y dietilamina en conjunto con insulina—rompió el silencio el doctor Warner haciendo unas anotaciones en su libreta mientras veía al paciente.
—Pero eso no va hacer que el paciente…
Las palabras que profirió una enfermera quedaron en el aire, como si quisiera que el tratamiento que había escuchado fuera revocado, modificado o anulado.
En ese momento me removí un poco incomoda en mi lugar, sabía perfectamente que esa dosis sería letal y que pondría a dormir al paciente por más de 48 horas, esto tendría consecuencias irreversibles a nivel neuronal, sin embargo, aquí el doctor Wagner era el director y dueño del nosocomio.
La última palabra siempre la tenía y la tendría él.
—¡Ese es su tratamiento, así que hágalo!
La enfermera resoplo, se encaminó desanimada hacia una charola metálica con diferentes jeringas y soluciones, pero antes que tomará alguna yo ya había cargado los medicamentos que le habían indicado.
Extendí la jeringa asintiendo con la cabeza y ella la tomó sin ganas, en ese instante había más de cuatro enfermeros inmovilizándolo, nadie quería verlo de nuevo caminando por las paredes o peor aún por el techo.
La enfermera acato la orden y punzo al paciente administrando la dosis, en cuestión de segundos, surgió efecto y estaba completamente sedado. El resto de enfermeros hizo su trabajo y lo pusieron en una camilla para trasladarlo a la habitación blanca, que era más un calabozo que algo relajante. Todos comenzaron a irse del lugar yo también hasta que me percate que allí estaba Maxwell observando con atención una de las esquinas del techo.
Su concentrada visión hizo que yo también hiciera la mismo, así que dejé de caminar y enfoque hacia ese lejano punto.
La sorpresa fue mayúscula al percatarme de algo sorprendente y eso fue ver que en esa esquina había algo grabado, algo que había hecho mientras estaba allí trepado.
Al caminar con sigilo pude verlo con mayor claridad y logré apreciar que se trataba de un extraño símbolo o signo. Inmediatamente giré para ver a Maxwell y él a la distancia solo movió los labios como si estuviera diciendo algo. No lo había escuchado, pero instintivamente supe lo que había gesticulado y eso hizo que perdiera por unos segundos el equilibrio junto con la percepción.
La palabra que se había formado en mi interior fue: “Ankrielecos”. Al girar de nuevo ya no estaba…
[ Vaticinio Abismal ]
Pasaron varios días y el paciente seguía sedado, estaba segura que la dosis que le había administrado el doctor Wagner no era terapéutica, más bien era letal y solo esperaba una cosa, eso era que regresara de aquel estado comatoso en el que se encontraba o tal vez lo inevitable…
Solo espero que se recupere.
Seguí tomando mis notas haciendo el recorrido en las diferentes habitaciones donde estaban algunos pacientes. No llevaba mucho en aquel trabajo, solo unos meses y algo en mi interior se removía al saber que la mayoría de los pacientes no tenían una mejora, sino que era todo lo contrario. Cada vez los veía más cabizbajo, más famélicos, más erráticos. Y todo eso gracias a los tratamientos extraños que el doctor Warner esquematizaba.
Estaba terminando de hacer algunas anotaciones cuando la cacofonía del lugar capto mi atención. Enseguida fui a ver de qué se trataba todo ese follón.
Arribe al comedor y allí estaban la mayoría de los pacientes arremolinados en medio del tumulto. Sin embargo, había una persona que resaltaba de entre todas, una que estaba sobre una mesa, era un paciente con una larga barba con canas que llevaba solo una sábana cruzada en el pecho y que le cubría parte de sus genitales, genitales que también se atisbaban canas.
—¡Aunque no lo crean los maniquís gobernaran el universe!
¿Qué?
Fue lo primero que pensé, estaba por escupirlo, pero quería escuchar más sobre eso que decía y lo primero que capto mi atención fueron los maniquís, esos moldes de plásticos que usaban en los aparadores para promover algún tipo de prenda. Y lo otro fue escuchar esas últimas palabras que había dicho, “universe”. Que no era algo extraño, pero aquí nadie hablaba en latín, Universe significaba universo.
—¡El gran colisionador de hadrones será nuestra perdición!
¿El gran qué?
De nuevo esa sarta de palabras incoherentes e inconexas que hacía estremecer a las masas. Los pacientes comenzaron a moverse hacia un lado y hacia otro de forma errática.
Desconocía que era eso que el paciente con barba trataba de explicarnos y darnos a entender. Fruncí los labios y algo en mi interior se removió, de nuevo ese sentimiento como alguien me estuviera viendo, sin embargo, en esta ocasión era más como si tuviera que hacer algo e intuitivamente apunté aquellas frases en mi libreta.
—¡Se aproximan el evento Crackstone, protocolo Burkholder, proyecto Swartzentrober y el efecto Borntreger!
¿Swartzen…que?
Ni una jodida idea de todo aquel revoltijo de palabras de las que estaba diciendo, estaba por apuntarlas pero ni me preocupe por hacerlo, era evidente que sería una vil pérdida de tiempo.
—¡Las historias creativas nos fusionaran!
Fue en ese momento que los enfermeros lo tomaron por sorpresa, lo habían inmovilizado muy rápido, tan rápido que no le habían dado tiempo de escapar. Y mientras trataban de sedarlo seguía gritando.
—¡El alma de Metatrón nos hará libres pero nos condenara en la eternidad!
¿El alma de Metatrón?
Si no mal sabía Metatrón era un ángel, arcángel o un ser divino, uno con una alta jerarquía y poder dentro de las cuestiones bíblicas. Yo no era mucho de religión, pero siempre era bueno leer y conocer sobre ciertos temas.
Bueno, creo que aquí se acababa el espectáculo, sin embargo, lo que le habían administrado no aminoraba y seguía gritando, y al parecer lo hacía con más fuerza.
—¡Pronto sabrán su verdad!
Observé con aversión y desagrado como el jefe de los enfermeros intentaba ponerle un bozal al paciente, definitivamente quería que se callara, pero ese no era la forma, ni la manera de hacerlo.
Estaba a punto de ir a socorrerlo cuando inesperadamente alguien me aferro del brazo. Giré frunciendo el ceño por tal acción y vi que se trataba del paciente Maxwell, que sin prestar atención a mi enfado seguía observando hacia enfrente.
—¡Ya está aquí…Bektebu está entre nosotros!
¿Bektebu?
Después de esas palabras Maxwell me soltó y por acto de magia el paciente dejó de decir esa serie de palabras. Al lugar arribó colérico el doctor Wagner que indico una alta dosis de litio. Estaba por decir algo cuando la enfermera pidió apoyo para tranquilizar y acomodar a los demás pacientes, todos al escuchar estas últimas palabras comenzaron a gritar y tener episodios de locura, se habían exacerbado todos los sentidos en ese instante, como si algo los hubiera detonado.
Seguía buscando a Maxwell entre la multitud, pero no tuve suerte, esos últimos días por alguna extraña razón no lo había visto hasta ese momento que me tomó del brazo. Él era un paciente con afasia, ese era un trastorno que afectaba la manera en la que se comunicaba. También afectaba la forma en que escribía y comprender el lenguaje escrito y oral. Por tal motivo desconocía su pasado y si en algún momento él se había hecho esos enigmáticos tatuajes para tratar de comunicarnos algo.
Aunque a decir verdad sus ojos eran los que me cautivaban, era una ventana hacia otro lugar, un páramo, un erial adimensional del que al fijarme en ellos llegaba a un sitio onírico. Era algo extrasensorial que no se podía expresar con simples palabras. Algo en él me llamaba, como si estuviera predeterminado aquel encuentro, como si fuéramos dos almas coincidiendo…
Tranquilizamos a los pacientes y en unos minutos ya todo estaba como antes, era una barahúnda pero una estable. Solté un suspiro después de aquel huracán en el que nos habíamos encontrado. Metí la mano a la bata y allí estaba mi libreta, la abrí y al leer aquellas palabras un escalofrió recorrió cada célula de mi cuerpo.
Bektebu…¿Qué significaría esa palabra? ¿Qué nos quiso decir?
Desconocía la respuesta y tal vez nunca llegara a comprenderla, y ese sentimiento era el que me inquietaba. Fue en ese instante que recordé algo, por alguna extraña razón evoqué el lenguaje enoquiano, esa lengua entre ángeles y demonios.
¿Acaso Metatrón y Bektebu tenían algo que ver en todo esto?
Sin más dejé ese sentimiento y me encaminé a finiquitar mis labores, no sin sentir como un sentimiento que no comprendía recorría todo mi cuerpo. Fue como si miles de agujas me atacaran, como si estuvieran tatuando mi alma.
Alquimia fusionada con tinta negra hasta las entrañas.
Me sostuve de lo primero que estaba al alcance de mis manos, era como estar en una vorágine, un remolino que succionaba hacia la singularidad. Hacia ese horizonte de eventos que no dejaba nada en la realidad.
—¿Se encuentra bien doctora? —inquirió una voz a la distancia, como si estuviera a kilómetros, aunque estaba a mi costado.
—Sí, creo…creo que sí.
Intenté retomar la postura, recobrar la fuerza que me impulsaba a seguir adelante, pero un zumbido hizo que volviera a flaquear, sentí un hormigueo en las mano. La frente me perlaba, las piernas temblaban. Todo en mi interior se modificaba.
Transmutaba.
No sé qué más paso, pero sentí como el tiempo se ralentizaba, como si se detuviera, fue en ese momento que vi quien me había hablado y ese era el mismo paciente que anteriormente había dialogado y al ver su mano sentí como todo se volvía a integrar en la realidad.
Ahora veía como tenía en su palma de su mano una piedra azul…
[ Murmullo Ígneo ]
¿Qué son los sueños y de dónde provienen?
Preguntas que no hacían más que sumirme en esa realidad irreal donde las dudas e incertidumbre me despojaban de mis bases científicas. Bases que se habían tambaleado desde hace ya varias noches, en las cuales pernoctaba en aquel paramo adimensional. Pasaba la noche en otro lugar, uno donde eclipsaba la cordura.
Recuerdo como me había despertado de una de esas pesadillas, sudaba y gritaba mientras intentaba apaciguar la locura. Intenté incorporarme pero no tenía fuerza en las piernas, baje la vista a las manos y estas temblaban de una forma violenta, como si no pudiera controlar ese impulso. Cerré los ojos intentando que ese episodio pasará o aminorara, pero no había funcionado. Así que intenté hacer algunos ejercicios de respiración, inhalar y exhalar. Después de unos minutos todo estaba un poco mejor, sin embargo algo en mi interior no y eso era evocar aquellos trozos idílicos que se traducían a una pesadilla.
¿Qué fue eso que había soñado?
No lo sabía con exactitud, pero me llegaban flash de aquellas visiones. Y lo primero que veía eran unos cuernos, unos enormes y erráticos cuernos que se curvaban. También en esas imágenes había unos orbes, unos con un destello violeta que se veía a la distancia, como si estuvieran entremezclados en una bruma, unas nubes o incluso unas nebulosas.
¿Pero qué mierda?
No le quise prestar más atención a ese sueño, al final solo había sido eso, algo que mi mente me había llevado a lo distópico y más profundo de mi psique. Sin importar más en el tema, las fuerzas se había recuperado y me incorporé, no sin antes sentir en cada una de mis células aquellas letras que estaban en mi libreta y que retumbaba como un incesante eco y eso era el nombre de;
<<Bektebu>>
Comencé el día y algo había en el lugar que me hacía estar incomoda, no sabía que era pero sabía que estaba latente en cada segundo. Lo podía apreciar en los pacientes, estos no se comportaban de la misma forma, también lo percibía en el ambiente, había un olor que no era característico pero no podía distinguir cual era.
De nuevo evoqué aquel ser de oscuridad, el cual emanaba maldad pura, lúgubre y mortecino observándome en el frío y extenso universo.
Finalmente había arribado a la sesión de terapia grupal, aquí era un espacio seguro donde cada uno de los pacientes expresaba aquel sentir que lo hacía tener una carga. En algunos de ellos había un avance significativo y en lo personal creía que esa era la clave para la psicología, escucharlos y saber que había en su interior. Esto a diferencia del doctor Wagner que prefería los estados alterados de la conciencia para erradicar los problemas.
La terapia iba de una forma muy amena, con grandes comentarios y testimonios de las personas, en ellos se podía palpar de forma tangible eso que estábamos olvidado y que tenía un significado, uno llamado humanidad.
El hablar con otro ser humano nos hacía tener más vida, como si nos nutriéramos de esa energía que se renovaba de forma cíclica, ayudar, reír, dar un abrazo, sentir sus problemas y superarlos juntos daban ese impulso para ser mejores, creo que esa era la clave para erradicar todas las guerras y problemas que teníamos con los demás y por ende con nosotros.
“En nuestro interior estaba la clave para ser mejor”.
Terminamos y todos nos dimos un caluro abrazo grupal y la finiquitar en una esquina vi a Maxwell y una llama se incendió de inmediato, tragué saliva de solo ver sus ojos, era casi un proceso hipnótico, como si me controlara. Reculó un par de pasos y se perdió entre la muchedumbre.
Sin perder tiempo me encaminé hacia donde lo había perdido de vista, atravesé un largo pasillo y al levantar el cuello y no verlo pensé que se me había vuelto a perder, aunque eso no fue del todo cierto porque al girar a un costado entre las sombras era donde estaba.
De nuevo volví a tragar saliva y fui a su encuentro, di pasos trémulos sin dejar de verlo.
—Hola Maxwell—proferí titubeando mientras me aproximaba. Al decir esas palabras no había algún cambio en su postura, más bien parecía como si él me estuviera analizando, estudiando o incluso psicoanalizando.
Tomé unos segundo para hacer lo mismo y volví a retomar la palabra;
—¿Cómo estas el día de hoy?
De nuevo nada, ni un cambio en su conducta, así que pensé en intentar algo diferente.
—¿Te gustan los días nublados o soleados?
Di un paso hacia enfrente, algo me hacía que quisiera verlo más de cerca. Era una fuerza intrínseca que no podía controlar. Quería ayudarlo, que mejorara su afasia, pero no sabía cómo hacerlo.
—¿Qué es lo primero que recuerdas antes de entrar aquí?
Cabe mencionar que cuando arribe a trabajar a ese lugar, Maxwell ya estaba aquí y por alguna extraña razón nadie sabía cuándo había ingresado y cuando le pregunté por él al doctor Wagner, este cambio el tema de forma sutil, como si estuviera enmascarando algo.
—¿Tienes familia?
De nuevo otro paso, ahora solo había menos de un metro que nos separaba, sentía un calor que recorría cada poro de mi cuerpo, podía percibir su aroma, era uno inconfundible, uno que me magnetizaba y polarizaba.
—¿Sabes dónde estás? ¿Sabes que es este lugar?
Fueron estas últimas palabras las que parecía que lo habían hecho regresar de aquella fase donde no dejaba de ver, así que desvió la vista e intuitivamente sentí que me quería decir algo así que hice lo mismo. Giré y vi a un paciente, era un paciente diagnosticado con esquizofrenia multiforme.
El paciente estaba diciendo una serie de palabras sin sentido, siempre lo hacía y lo único que pude comprender de ellas fueron estas; Peseta - cabra - naranja.
Fue en ese momento que estaba por girarme hacia Maxwell cuando comencé a escuchar unos incontrolables alaridos que provenían de aquel paciente.
Quede en shock, por unos segundos no me podía mover, fue como si mis piernas, manos, cuerpo no respondieran a las órdenes que le estaba dando.
El paciente siguió gritando y cada vez eran más desgarradores sus gritos, se tomaba las entrañas y de un momento a otro el fuego se apodero de su cuerpo.
¿Pero qué…qué es todo esto?
Reculé un paso y sentí el cuerpo de Maxwell que estaba estático observando aquel tétrico e inefable escenario. Las personas enseguida comenzaron a llegar, pero por más que hacían algún esfuerzo en apagar aquel fuego era imposible.
El fuego no se apagaba.
El paciente seguía de pie, aunque cada segundo sus alaridos se atenuaban, se apagaba la llama que llevaba en su interior y otra se intensificaba.
La ropa se consumió, la piel se fundió y los huesos se llenaron de cenizas. El jefe de enfermeros arribó, pero no pudo hacer nada, también llegó la enfermera, se llevó la mano a la boca sofocando un grito de dolor al verlo arder. Después sus manos llegaron a su pecho y allí recayeron, sintiendo aquel peso que se había consumado en el viento.
Al pasar unos minutos arribó el doctor Wagner examinando lo sucedido. Hizo una mueca mientras caminaba en círculo observado lo que había quedado del paciente, los pies seguían parados como si estuvieran fundidos en el suelo.
—“Combustión humana espontanea”. Nada extraordinario, ya lo habían documentado en otros lugares del mundo—después de esas palabras apunto algo en su libreta e indico al jefe de enfermería que limpiara aquel desastre.
Nunca le importo quien era, o por qué había pasado, o si él había ocasionado ese incidente por los medicamentos que le había administrado. No. Nada de eso, solo las mismas frías indicaciones y siguió su paso.
No se pudo esclarecer aquel incidente, yo lo vi con mis propios ojos, y en esa visión, en aquel fuego había algo siniestro. Yo lo sabía, lo había visto y la idea se fortaleció al escuchar que una serie de pacientes también decían lo mismo, decían que algo entre las llamas lo estaba quemando, era un ser con extraños cuernos que se vislumbraba en el fuego eterno y enigmático.
Estaba por decir algo cuando escuché unas tenues palabras que me dejaron anonadada.
—Las palabras…
Se trataba de Maxwell que hablaba sin dejar de ver lo que quedaba de aquel paciente, mientras los enfermeros limpiaban...
[ Cuentos Astríferos ]
Después de lo que había dicho no pude hacer nada para que Maxwell volviera a hablar. Había sido como un episodio de luz en medio de su oscuridad. Un atisbo de esperanza dentro de aquel pandemónium sin comprender nada.
¿Pero que había querido decir con “las palabras”? En ese momento no lo sabía, solo quería que volviera a hablar y esclarecer eso que había contemplado, pero al pensarlo en los días siguientes pude tener una vaga idea de lo que quería decir y eso fueron esas últimas palabras que había comprendido; Peseta - cabra – naranja.
Las repetía una y otra vez en mi mente, cuando lo hacía me llevaba la mano al abdomen intentando detener alguna combustión que pudiera llegar a formarse. Después de plasmarlo en aquellos pensamientos pude susurrarlo, de nuevo con un miedo latente, movía mis labios de forma involuntaria;
—Peseta – cabra – naranja. Peseta – cabra – naranja. Peseta…
Nada.
¿Qué era lo que podía conjeturar? Tal vez esas palabras se tenían que decir en un día exacto, a la hora exacta y con la voz exacta. Eso reduciría significativamente el portal que en teoría se había vislumbrado. O tal vez todo se reduciría a un momento exacto, un momento exacto donde cada evento del universo estuviera sincronizado.
De nuevo las preguntas me abrumaban y me dejaban en vilo y sin saber nada… ¿Bektebu lo había hecho?
Solté un pesado suspiro, ya que desde ese día de la combustión las pesadillas habían cesado. Eso me tranquilizaba pero en el transcurso del día no dejaba de pensar en ese ente que se había vislumbrado en fuego.
—Doctora Delacroix, ¿está ocupada? No, bueno venga por aquí—profirió una voz ronca mientras giraba a la izquierda en un corredor. Había sido el doctor Wagner que me saco de aquel estupor en el que me sumía y ahora disponía de mi tiempo a su antojo.
Bueno es el dueño, director, eminencia…que más podría decir.
Objetar no estaba en las opciones múltiples así que sin decir una sola palabra asentí y lo seguí. En todo el transcurso no había mencionado ni una sola palabra, caminaba con apremio y por más que caminaba rápido nunca pude estar a la par. Entro a un consultorio y allí ya se encontraba un paciente y el jefe de enfermeros.
—Todo esta listo doctor Wagner—rompió el silencio el enfermero mientras yo me quedaba en el umbral de la puerta visualizando todo el entorno.
—Sublime—fueron las únicas palabras que profirió al preparar una solución con algún tipo de brebaje que desconocía.
No sabía qué hacía en ese lugar, estaba incomoda y por algún momento paso por mi mente dar la vuelta y salirme de esa habitación. Aunque al final no pude hacerlo, la curiosidad me envolvía y quería saber más de eso que estaba haciendo, me aclaré la garganta y pude articular.
—¿Cuál es el tratamiento para la paciente? —titubee dando un paso al frente, seguía escrutando el lugar intentando discernir más de esa terapia.
El doctor no contestó de inmediato, guardo silencio por un largo periodo. Hasta que retomó la palabra;
—Ya lo veras.
Fue lo único que menciono mientras seguía ensimismado en el brebaje, la paciente que era una adulta mayor parecía que estaba ida, era una persona con algún tipo de trastorno de personalidades múltiples ya que en varias ocasiones que estuve con ella, cada vez parecía que hablaba con una personalidad diferente.
Lo peculiar del caso es que estos periodos duraban meses. En una ocasión nos contó una historia y siempre comenzaba con un; “cuenta la leyenda…”
En esa ocasión recuerdo muy bien que nos dijo que en la antigüedad existía un artefacto que al estar en contacto te llevaba a lugares insondables, a lugares remotos donde la historia no se había contado, o incluso al mismo inicio de los tiempo, cuenta la historia sobre un monje que vivía en el siglo XIII en las épocas de las cruzadas. Se encontraba en un castillo y había encontrado una puerta secreta, el corredor era oscuro sin embargo se adentró, los soldados nunca se habían percatado de ese pasaje, así que no dudaba en la fortuna y tesoros que llevaría al máximo pontífice. Al descender llegó a una cámara secreta donde en el centro se encontraba un objeto, se trataba de una máscara, sin perder tiempo la observó y su curiosidad no paro allí sino que la fue aproximando hacia su rostro hasta llegar al punto de ponérsela. Fue en ese momento que el monje por alguna razón tuvo visiones, visiones del origen del universo que ningún ser humano pudiera soportar en vida y esas visiones fueron tan contundentes y atroces que le desgarraron la cordura. El monje quedó loco y fue condenado a pasar el resto de sus días en una torre, y se dice que en un día hizo un pacto para transcribir todas esas visiones y en una lúgubre noche escribió como lo que se conoce como “Codex Gigas”. Desde ese día la máscara de “Xha’reth” quedó perdida en el tiempo o eso era lo que se pensaba.
Otra historia que recuerdo fue una que menciono algo respecto a un viaje que tuvieron unos exploradores a Alaska, a ese frío lugar donde la alfombra blanca los recibía con su cálido abrazo. Se trataba de una pareja de recién casados, buscaban aventuras que pudieran contar a los nietos, algo que los marcara de por vida como la unión que tenían al tomar de la mano, aunque en este lugar una mirada gélida los seguía de cerca. Y es que cuando arribaron observaron auroras boreales, estas eran tan bellas y hermosas que los dejaban sin palabras. Colores como verde, azul, rojo, morado, sucumbían ante el horizonte. La pareja se abrazaba viendo como la gama danzaba, era un baile multifacético que desbordaba alegría en sus corazones. Sin embargo no todo fue miel sobre aquellos neurotransmisores. No. Los días por algún motivo comenzaron a modificarse, las noches se prolongaban en sus horas y en ocasiones cuando tenía que salir el sol este nunca llegaba. Las personas en el pequeño pueblo comenzaron a angustiarse, decían algo referente al fin del mundo. Los cambios en el sol por las auroras boreales repercutieron en la flora y fauna. Las flores tenían otro color y estas se distorsionaban, por otra parte los animales comenzaron a actuar de una forma extraña, y los que morían al abrirlos solo tenían una masa amorfa u otros que eran casos más extremos expedían una bruma de colores que eran como las auroras boreales. Al final la pareja no pudo salir de ese lugar y los chamanes optaron por decirles que era una época donde un ser cósmico reclamaba su lugar en el universo y las auroras eran portales hacia otras dimensiones.
Había uno que se me quedó muy grabada, y fue sobre algo llamado telescopio. Que era un aparato que se utilizaba para ver a la distancia. Aquí nuestros protagonistas habían construido uno con una tecnología renovada para ver el inicio del universo, algo que llamaban Big bang. Construyeron un telescopio fluídico pero al hacerlo algo los vio también a ellos. Había sido como ver un agujero negro y en esa visión ver el origen mismo de nuestra creación en ese efímero punto donde las leyes colapsan, en ese punto donde la singularidad vibraba. Y todo eso fue construido gracias a una persona que creía en el huevo cósmico, era “el espejo de Oppenheimer”.
En otra ocasión conto sobre una tripulación que se embarcaba a las profundidades del océano. Anhelaban nuevas proezas sin embargo el barco cayo por una gran cascada, el Aeolus quedó a la deriva y comenzaron a navegar por las inclemencias de los estratos de los siete mares. Llegaron a una misteriosa isla donde habitaba una entidad, una que parecía salida del mismo séptimo círculo del infierno. Era un espectro, un ente, un juez, una figura estrafalaria, una sombra en la oscuridad que emanaba maldad. Un ser que procedía desde la misma creación del todo. Y aunque la embarcación salió avante, la cicatriz los marcaria para que vagaran por toda una eternidad.
También recuerdo sobre una ciudad futurista donde la comunicación evolucionaba, ya no dependíamos tanto de la tecnología, sino aquí era por medio de la mente, una mente conectada a un satélite que te enlazaba con el resto del mundo, si querías hablar con alguien a la distancia solo era cuestión de pensar en esa persona y estarías interconectada. Aquí había lo que se conocía humatrones, humanos con partes mecánicas, aunque la historia giraba respecto a una estrella lejana llamada “Procyon”, los protagonistas se enfrentarían a problemas inimaginables como un asteroide que prometía destruir a la humanidad, vida en el planeta rojo y un astro que consumía todo a su paso.
Como olvidar una que cuando la escuché lo primero que cubrí por varios días fue mi cuello. En esta ocasión los recuerdos me habían llevado a los vampiros, esos seres hermosos e inmortales donde consumían sangre para seguir vivos. Ese líquido rojo era un elixir pero al mismo tiempo su condena, nunca llegarían a perecer y eso para algunos podría significar el fin de su humanidad. Aquí los vampiros se verían cara a cara contra sus acérrimos enemigos, los hombres lobo pero la historia no terminaría aquí, sino que llegarían al mismo infierno donde una lid con los espectros los llevarían a purgar todos sus pecados al momento. Al final pudieron trascender y llegar al mismo empíreo donde llegaban a forma de nuevo parte de la luz universal.
Y por último rememore una historia donde había cambios climáticos en el mundo, una guerra mundial, para ser más exactos sería la tercera, pero todo es fue gracias a que la tierra, el sistema solar y la galaxia comenzaron a ser atraídos por una fuerza descomunal y misteriosa en un lugar lejano. Laniakea dejaba de ser un plano en homeostasis, ya que algo llamado “el gran atractor” prometía devorar todo lo que estuviera a su paso y con eso los planetas que estuvieran a su paso. La humanidad nunca tuvo ni tendría oportunidad, su condena a la extinción se había fraguando en el mismo momento de su creación.
—¡Doctora Delacroix ,escucho lo que le dije!
Una contundente voz me saco de aquel trance en el que me encontraba, instintivamente contesté;
—Sí, sí, claro que si doctor Wagner…
Enseguida tomé la aguja para unirla a la jeringa. Tenía que decir algo e investigar más sobre esa terapia.
—Doctor y eso no hará que la paciente… —las palabras quedaron al aire, hice una mueca, quería decir más pero enseguida el doctor contestó.
—Claro que no habrá una combustión espontánea, así que descuide.
—Pero como estamos tan seguros de eso, tal vez sean por esos extraños medicamentos que le administra.
—¡Estos! Pufff. —hizo una mueca irreverente, como si no creyera en las palabras que había dicho. —Patrañas doctora Delacroix, esto es inofensivo e inocuo.
—Y como sabemos que lo que paso ese día pudo haber sido que se abriera un portal. —proferí con un toque de escepticismo al evocar las palabras; Peseta - cabra – naranja.
—¡Vamos doctora no creo que crea esa senda de habladurías y chismes de los pacientes! —se volvió a mofar con aquel toque irónico que lo caracterizaba—¡Ellos no son más que Australopithecus con unas sucias batas!
—Pero yo lo… —estaba por decirle que yo lo había visto cuando me interrumpió abruptamente.
—Y si en dado caso fuera la entidad demoniaca de la que hablan, eso que se materializó frente a nosotros, probablemente no fue una advertencia o un castigo, tal vez fue un efímero saludo y nosotros como somos seres de otra dimensión ni siquiera lo podríamos saber, ni comprender.
Quede en silencio ante su respuesta, desconocía que era eso y a la fecha lo seguiría haciendo. Caminé por unos estantes intentando discernir un poco más aquel escenario. A su costado había unas carpetas y unos expedientes, tenía que aproximarme un poco más para saber quiénes eran los sujetos aprueba.
—¡Vamos doctora que este proyecto a base de la ayahuasca no se iniciara solo! —dijo haciendo una seña para que el enfermero lo inmovilizara de pies y manos. —Hoy pondremos a prueba la DMT-154xr y créame que será apoteósico.
Lo último que vi antes de asistirlo fue el nombre del proyecto junto con los expedientes de los próximos paciente y entre ellos un escalofrió recorrió mi cuerpo;
[Proyecto: Bektebu]
[Pac. dfjsf8e: Maxwell]
[ Destello Energético ]
Los días de alguna forma fueron pasando, unos más largos y otros más cortos. Me sentía con un vacío en el cuerpo, uno que no podía llenar con nada, ni con comida o con nieve que eran mi gusto culposo.
En los pasillos siempre se rumoreaban cosas, se podía escuchar a la distancia que algo los atormentaba, y sabía perfectamente que era, era ese suceso de aquel paciente donde las llamas lo consumieron.
Fuego…
Algunos comentarios eran algo tétricos y descabellados, incluso perturbadores, ya que había escuchado que habían visto un cuerpo recorriendo los desolados pasillos sin sus pies. Que se arrastraba intentando caminar en vano pidiendo ayuda porque estaba totalmente quemado.
Fuego eterno…
Al escuchar esto yo no sabía que decir o que hacer, estaba pasmada, sabía perfectamente que era inverosímil pero… ¿y si, si era cierto? Solté un suspiro y quise dejar de pensar en ese suceso.
Fuego eterno en el viento…
Seguí con mis actividades cotidianas, y rememore aquel día en el cual el doctor Warner intentaba curar a uno de sus paciente con aquella terapia a base de una sustancia llamada DMT, por fortuna el paciente no tuvo ningún efecto secundario y todo el tratamiento fue descartado.
Gracias a un ser supremo ya no siguió experimentando.
Solté un suspiro y me incorporé de mi asiento, estaba por dejar la oficina cuando inesperadamente alguien toco la puerta.
—¡Adelante! —proferí mientras me ponía el abrigo, el clima había cambiado, era gélido y tenía que estar bien abrigada.
Pasaron unos segundos sin ninguna respuesta, eso hizo que me cuestionara, ¿Quién había sido? Así que volví a retomar la palabra;
—Adelante, puede pasar.
De nuevo nada y la puerta estaba entreabierta, solo la habían tocado un par de veces, pero con suficiente fuerza para que uno se percatara de una presencia. Sin diluir más la situación, di unos trémulos pasos, el ambiente decreció en su atmósfera, ahora era más fría, y al exhalar podía ver con claridad el vaho que se desprendía de mi boca.
Un cuerpo volátil que se fusionaba entre la incertidumbre.
—¿Hay alguien allí?
Rompí el silencio mientras seguía avanzando, siempre pensando que se trataba de una broma, y una de mal gusto dado los comentarios que se habían plasmado en estos días por todos lados.
—¡Es suficiente, no estoy para ese tipo de juegos!
Recrimine frunciendo el ceño, mientras empuñaba ambas manos, por desgracia no tenía nada que tomar, aquí no había un bat de beisbol, una escoba, o un atizador.
—¡De nuevo les digo que esto no es nada gracioso!
Juraba que si era algo planeado por algún enfermero sería su ineludible final. Yo no me prestaba para ese tipo de situación, así que era más que obvio que estaría muy molesta.
—¡Esta vez sí que llegaron muy lejos!
Había caminado con sigilo y estaba a escasa distancia, menos de un metro y podía escuchar como el viento mecía la puerta, el chirrido de los goznes era lo único que podía percibir y eso me aterraba.
Inhalé con profundidad y me arme de valor, tomé la puerta y al hacerlo me percate que no había nadie. Solté el aire que había tomado y ese sentimiento era más perturbador que el que hubiera alguien.
Si no fue nadie, ¿entonces quien fue?
No lo sabía pero lo que si sabía era que en el mundo existían suceso paranormales que uno debería de tomarlos con mucho cuidado. Uno no sabe si lo que acontece a nuestro alrededor podría ser un evento fortuito o una puerta adimensional a otro planeta o sistema.
¿Y cómo saber que era real y que no?
Esa teoría me extrapolaba a otra dimensión, una donde todo era nuevo e incierto, todo era onírico y perverso, todo era fruto de mi imaginación pero a la vez no. Aunque había algo que me aterraba aún más y eso era saber que yo era…
En ese momento la puerta azotó, eso me tomó por sorpresa e hizo que diera un gran salto.
—Todo debe de tener una explicación científica. —susurré abriéndola de nuevo y observando el pasillo. Una corriente helada me llegó de golpe creando un escalofrió que recorrió mi cuerpo.
He allí la respuesta.
Dejando atrás el tema de los fantasmas, que muy probablemente alguien pudo confundir con ese tipo de entidades extra dimensiónales sin antes pensar que la corriente pudo haber ocasionado todo.
—¿Fantasmas? Patrañas…
Dejé aquel incidente y me dispuse a seguir con mis actividades. Cuando inesperadamente al intentar cerrar la puerta veo que alguien estaba a mi costado.
—¡Mierda!
Di un salto por el susto y las llaves resonaron en el suelo.
—¡Dios santo Maxwell! Que susto me has dado…
Me agaché a tomar las llaves pero en el mismo momento él estaba haciendo lo mismo. Dejé de ver las llaves y mis ojos fueron recorriendo lentamente su cuerpo hasta llegar a hacer contacto visual.
Verde — Café
Café — Verde
No sé porque, pero yo me perdía en aquellos ojos, era como si el tiempo se detuviera, era como si la gravedad no existiera y era como si nuestras almas por alguna razón sucumbieran a la distancia.
Unión celestial .
Dejé de ver sus ojos y ahora baje un poco la vista a sus labios, eran carnosos y se encontraban entreabiertos.
¿Acaso era una sublime invitación?
Tragué saliva y por un momento dejé de respirar, de nuevo mis ojos bajaron un poco y ahora se posaban en aquellos tatuajes, tatuajes indescriptibles y enigmáticos que se apoderaban de la sensatez.
Atrapaban a la cordura para soltar la locura.
Estando en cuclillas nos fuimos levantando lentamente, lo hacíamos a la par y sin despegar la vista de cada uno.
Estaba hipnotizada.
—Gracias…
Fueron las únicas palabras que pude articular, y lo hice con un gran esfuerzo, uno titánico tratando de disimular aquellos impulsos que destilaban de mi alquimia sin pensarlo.
Maxwell no respondí, pero vi en sus ojos algo diferente algo que me hacía pensar que estaba consciente, sin decir nada giró y lo seguí. Mientras caminaba iba tocando la pared, pero al hacerlo lo hacía de una forma extraña. No sabía cómo interpretar o que quería decir o dar a entender con eso.
¿Todo era un misterio?
Lo seguía sin embargo, de un momento a otro se detuvo, algo, algo en su persona, en su aura, en su esencia había cambiado, había transmutado. Fue como si dejara de ser él y ahora volvía a hacer el mismo de siempre con su afasia y su mirada perdida en la nada.
En el limbo.
Quería hablarle, decirle mil cosas, pero algo me lo impedía, era un nudo en la garganta el que me detenía.
—¿Me…me recuerdas?
Fueron las únicas palabras que pude articular, estas salieron solas, brotaron desde lo más profundo de mi interior, salieron desde la alquimia para ver si repercutía algo en su mirada.
Nada.
—¿Sabes quién soy? Yo por alguna razón siento…siento que nos recordamos, que eres una persona importante para mí, no sé cómo explicarlo con palabras, solo es algo que siento y eso me está carcomiendo. ¿Tú también lo logas sentir?
Y de nuevo nada, sin embargo sentimos como un vendaval glacial nos embargó, tomándonos por sorpresa, era una corriente de aire gélido que arremetía contra todo y contra todos.
Los pacientes quedaron perplejos, quedaron anonadas al contemplar ese evento prismático.
Porque vimos algo inverosímil, algo que caminaba hacia nosotros y al parecer no tenía buenas intenciones, algo que desde la oscuridad nos contemplaba, era una figura que nos abrumaba.
Al percatarse de eso, enseguida Maxwell me abrazo, giró para que estuviera en su pecho y me protegió de aquello. Él por su parte también hizo lo mismo, se cubrió y no vio nada.
Pasaron unos segundos y seguíamos abrazados, sus brazos eran fuertes y cálidos, su perfume embriagaba cada sentido al evocarlo, y su calor me intoxicaba delirando más y más de aquel cuerpo sublimado.
Fue hasta que escuchamos una voz y nos sacó de aquel trance;
—Así que aquí estas…
Era una voz ronca y por algún momento sentí que tenía un matiz mortecino, lúgubre y sombrío.
Se trataba del doctor Wagner.
Poco a poco me fui separando de Maxwell, dejé atrás su presencia, me enfoqué en el director que al vernos profirió una mueca de desagrado, y enseguida retomó la palabra;
—¡Venga la estaba esperando!
El director caminaba con mucho apremio, parecía como si lo estuvieran siguiendo, aunque a decir verdad ese era siempre su paso.
—Hoy seres participes de algo extrasensorial…
Las palabras resonaban en todas partes, como si fuera un eco mutando, y que codificaba otras intenciones, era como si se distorsionaran y otras voces las eclipsaran.
Palabras recombinadas.
>>Hoy cambiaremos la ciencia…
No sabía que pensar sobre aquellas palabras, tenía una amplia sonrisa en el rostro, por algún momento vi que su dentadura estaba amarillenta, como si tuviera un problema en las encías, eso era algo extraño porque siempre lo había visto con unos dientes blancos impecables.
La suciedad estaba corroyendo su alma insaciable.
>>Hoy es nuestro día…
Volvió a girar y al observar la dentadura y verificar que estaba de un color extraño, ahora por muy insólito que parecía, volvía a tener la misma esencia pulcra e inmaculada que había tenido anteriormente.
Entonces, ¿qué era lo que estaba pasando?
Moví la cabeza en negación, estaba dudando de la realidad y eso no era un buen signo. Lo único con lo que me podía aferrar era de mis sentidos y si estos no estaban sincronizados, eso significaba una grieta en la realidad, una ranura que podía dar pie a un desorden mental.
Vamos tranquilízate.
—¿Doctora Delacroix se encuentra bien?
Sus palabras me tomaron por sorpresa, se detuvo y yo hice lo mismo mientras me llevaba la mano a la cabeza, no sabía que decir así que proferí lo primero que se me vino a la mente;
—Sí, solo es un poco de jaqueca, siempre me pasa cuando no como a mis horas.
—El desayuno es la comida principal, así que no debería de tomarla a la ligera. En estos tiempos las mujeres se toman muy enserio el aporte energético, desafortunadamente no saben que lo primordial en el ser humano no es el físico sino el cerebro.
Hizo un ademán para que entrara primero, me sentí vulnerable, era una habitación a la cual nunca había entrado, estaba oscura y titubee estando en el umbral.
—Vamos adelante, ya vera que esto es un gran avance, la ciencia lo amerita.
Su semblante serio y rígido activaba todas las alarmas en mi interior, sin embargo en cuestión de segundos todo se iluminó y eso me hizo sentir mucho mejor.
Di unos trémulos pasos y observé que era una gran habitación, era totalmente blanca, las esquinas no tenían bordes y cada objeto era diferente como si se hubiera modificado. Había una reluciente charola y en medio varias mesas de exploración, en total eran cinco, aunque lo más sorprendente era que en el techo había cientos de lámparas.
¿Para qué tantas y con qué fin?
Estaba por romper el silencio cuando el jefe de enfermeros junto con algunos de sus auxiliares arribaron con varios pacientes, quede completamente petrificada al ver cómo iban llegando…
Primero el paciente que había trepado las paredes y que al parecer ahora ya había salido del coma, todo gracias a los barbitúricos e insulina. Después observé como resguardaban al paciente que le habían administrado una alta dosis de litio, ese que decía frases incoherentes. Posterior ingresaron a la anciana que contaba extrañas historias, a ella le habían administrado algo llamado DMT con unos números y letras extraños. Enseguida ingresaron a Maxwell, ¿pero él que había hecho para merecer estar aquí? ¿Solo porque tenía afasia? Eso me enfureció, pero enseguida algo me volvió a dejar en estado catatónico y eso fue ver como ingresaban dos pedazos de pies calcinados con lo que le restaba de tibia y peroné.
¿Qué?
Proferí en mi interior, esto era una irreverente locura.
—¡Ahora vera doctora Delacroix como cambiamos la ciencia!
Estas últimas palabras las decía el director mientras me veía con atención.
[ Parpadeo Etéreo ]
Una mirada sombría se cernía en su interior, como si todo esto fuera parte de algo que ya tenía planeado, como si me estuviera estudiando, analizando cada reacción en cadena que me polarizaba, que me estratificaba a un lugar sombrío, a una antípoda de la ciencia donde lo sano quedaba eclipsado por la locura entre experimentos inimaginados.
Estaba por decir algo, por mencionar que dejara de hacer esa sarta de ensayos inhumanos.
¿Acaso el doctor Wagner está sano?
Esto no era Auschwitz, o un campo de pruebas y exámenes infundados. Vi como tenían a cada paciente, los tenían acostados y los habían amarrado de pies y manos. Sentí un nudo al verlos, pero la desesperación llegó a su cúspide cuando lo vi y él me vio, fue como si supiera que estaba pensando y eso era algo que no podía resistir.
Tengo que sacarlo de aquí, o mejor dicho sacarlos…
Caminé sin saberlo, como un autómata, como si no supiera como hacerlo, solo avanzaba por avanzar. Sentía los labios resecos, las manos me hormigueaban y las piernas me temblaban. Era como si estuviera a punto de colapsar, pero en ese colapso tenía que salvarlos.
—Ya es tiempo —pronunció el jefe de enfermeros observando el reloj que llevaba en la muñeca.
Fue en ese instante que sus asistentes me cerraron el paso, como si supieran las intenciones que llevaba. Hubo un tenue silencio en el lugar, uno que se intensificaba a cada milisegundo que pasaba. Solo escuché a lo lejos como el directo hablaba;
—En ese caso, ¡que comience el espectáculo!
¿Espectáculo? De que mierda está hablando.
El jefe de enfermeros activo una palanca de color rojo, esta al bajar hizo que las luces se atenuaran progresivamente. El ambiente era mortecino, se podía filtrar uno tenue haz de luz que iluminaba todo en medio de la oscuridad, sin embargo esa partícula ceso y toda esa oscuridad nos embargó.
La negrura nos devoraba en sus fauces, escuchaba a lo lejos voces ininteligibles, eran apenas unos cuchicheos que llegaban de lejos.
¿Qué es todo esto?
Di varios pasos, intentando encontrar a alguien, no sé cuantos pasos pudieron haber sido dos, diez o mil, y el resultado siempre fue el mismo. A donde caminara no había nada.
—¿Hay alguien? ¡Por favor respondan, Maxwell! ¡Maxwell! ¿Dónde estás Maxwell?
Estaba por retomar la palabra, volvería a gritar en medio de la soledad, cuando levanté la vista y vi como las luces que estaban en el techo se iban encendiendo.
¿Y eso?
Gracias a la luz que emitían pude ver que por muy increíble que sonara esto, me encontraba en el mismo lugar, prácticamente no había caminado ni un centímetro, en ese caso, ¿todo había sido fruto de mi endeble imaginación?
Tal vez si, tal vez no, ¿Cómo saberlo?
Las luces en el techo comenzaron a parpadear, algunas lo hacían a diferente ritmo y otras más rápido. Por otra parte algunas de ellas solo estaban encendidas y en su contraparte otras apagadas.
Aquí no había un patrón que las activara. Al parecer era meramente aleatorio, o al menos eso era lo que pensaba, desconocía las intenciones y directrices del director. Aunque no se podía augurar algo bueno.
Aquí no cambiaremos a la ciencia, sino la ensuciaremos con algo perverso…
Las luces titilaban de una forma espectral, como si quisieran darnos algún mensaje, uno en clave morse o peor aún como si estuvieran vivas. Por unos momentos quede hipnotizada por ellas, no fue sino hasta que el doctor Wagner rompió el silencio;
—Mesmer hizo un sublime trabajo, sin embargo esto no se compara en nada a su aportación.
—¿A qué se refiere? —cuestione dando un paso al frente y tratando de conservar un poco de sensatez que se me escapaba entre los dedos.
—Los pacientes pronto llegaran a un estado de hipnosis…
Conocía perfectamente el trabajo de “Franz Anton Mesmer”, quien fue un brillante médico y filósofo alemán con ideas radicales, tan radicales como las que empleaba el director de este lugar. Aunque a decir verdad ya no sabía quién hacia más locuras por descubrir cosas nuevas, en ocasiones reinventarlas podría acarrear resultados catastróficos, tales como un día las hizo el ángel de la muerte.
>>Las luces los inducirán a esos estados alterados de la conciencia donde se cruza la fina línea de lo que es real y de lo que no, una donde cada uno de ellos experimentara en carne propia su propio destino, su nacimiento y su evolución…
Destino, nacimiento, evolución. ¿Qué mierda es todo esto?
>>Y no solo me refiero a su nacimiento respecto al canal del parto, sino que esta conexión va más allá de eso, va a la verdadera fuente de luz, va directamente a esa singularidad, en la cual cada uno proviene, la singularidad de la materia ancestral…
Mierda, no entiendo nada de lo que esta diciendo.
>>Por miles y miles de años la humanidad ha tenido un velo que nos ha cegado, pero eso está a punto de cambiar, la realidad colapsara y ellos verán como es el mundo en realidad, y si no lo hacen todavía existe una terapia que dará ese resultado…
Quede pasmada por tanta locura, definitivamente nuestro director había perdido la cabeza, y eso lo había hecho no hoy sino hace bastante tiempo. Giré y vi como los auxiliares estaban poniendo unas pinzas en los ojos para que no los cerraran y posterior a dicha acción les estaban administrando unas gotas para los ojos.
>>Como le dije doctora Delacroix, nuestro maestro Mesmer puso las bases y yo solo modifique un poco el proceso. Lo que a continuación ve es el resultado de una acérrima investigación, esas gotas que ve contienen nanopartículas de imán que al magnetizarlas con la frecuencia de la luz visible, y al electrificarlas con el potencial de acción de las células del humor vítreo, los dejarán ver que hay más allá de este plano.
Esto es una completa locura.
>>Se imaginó todos los secretos que engloba el universo, todo eso que escapa a nuestra reducida visión de longitud de onda de luz visible. Nosotros solo contamos con tres conos y bastones, pero quien sabe que enigmas podríamos ver si los potencializamos y llegamos hasta el mismo centro de cada partícula, a esa fina tela del espacio tiempo donde todo nace. Llegar a los archivos del átomo y conocer la historia y lo que vendrá.
Tengo…tengo que hacer algo…
>>Y doctora, no se preocupe por la luz ya que es inocua a nosotros que no tenemos activados nuestro nervio óptico. Pero las corneas de ellos nos darán la respuesta, sus iris nos llevaran a esos eriales y sus pupilas serán testigos de lo inefable, de lo inenarrable…
Estaba por moverme e ir directamente hacia ese armatoste donde tenía una palanca roja para bajarla, cuando de forma abrupta los pies carbonizados comenzaron a moverse de forma errática. Era…era como si estuvieran vivos.
¿Pero cómo es eso posible?
—Lo ve doctora Delacroix, lo ve, el tratamiento ya está surgiendo efecto—vociferó el director levantando las manos como señal de triunfo, no sin antes emitir una carcajada diabólica al cielo.
Vi con asombro como una niebla se formaba alrededor de los pies, era como si estuviera construyendo el cuerpo o mejor dicho reconstruyendo y con eso un fuerte aroma nos embargó. Un olor acre que desconocía su procedencia, pero lo podía relacionar con algo podrido pero al mismo tiempo con algo divino.
Celestial con un toque jodidamente infernal.
¿Acaso eso se podía fusionar?
En el lugar todos quedaron anonadados por lo que estaban viendo, me percate que ninguno de los otros pacientes tenía ese efecto, por fortuna tampoco Maxwell.
Un eco resonó por todas partes, fue más como un golpe, pero uno que sofocaba la realidad, como si estuvieran golpeando el mismo aire. Y fue en ese instante que aquel cuerpo calcinado, malformado y grotesco comenzó a adquirir masa. Ya no era solo bruma, los átomos se habían compactado a tal grado que ahora podíamos ver una abominación, pero una atroz.
Uno de los auxiliares dio un paso atrás y casi cae al ver como eso que se había materializado no tenía forma. Era una masa amorfa que intentaba replicar la carne que un día había habitado ese cuerpo.
Un sonido espectral nos alertó, eran sonidos difíciles de comprender pero fáciles de interpretar. Lo que se avecinaba no era nada normal.
—¡Tiene que detener esto! ¡Esto no está nada bien! ¡Deténgalo! —grité al doctor Wagner que estaba ido observando como crecía esa masa por todas partes.
Ojos por todas partes, afilados dientes sin ningún orden, nariz, orejas y bocas de forma monstruosa y de ese sonido escuchamos algo que nos dejó en vilo, nos dejó en un risco, uno donde la realidad se deformaba de forma visceral, escuchamos como retumbaba y vibraba el nombre; “Bektebu”.
No había tiempo que perder, enseguida fui directamente hacia la palanca roja y la accione para detener las luces que comenzaron a tener un toque lúgubre. Por un momento pensé que esto detendría todo, que las luces volverían a la normalidad y que el ser se desvanecería de la misma forma que se había materializado, sin embargo eso no fue así.
—¡Y ahora! —no comprendía que era lo que estaba pasando, al parecer la palanca no funcionaba y al hacer diferentes movimientos para arriba y para abajo esta no respondía—¡Mierda!
Escuchamos como retumbo algo, como si fueran unos pasos o como si las paredes se estuvieran fragmentando. No disponía de mucho tiempo así que fui a socorrerlo, primero comencé con Maxwell que era la persona que estaba más próxima a mi encuentro. No tarde mucho al quitar los sujetadores, y estaba por seguir con los demás cuando de improvisto un nuevo sonido nos tomó por sorpresa y esto hizo que las camas donde estaban los otros pacientes se sumieran atrapándolos entre escombros.
Todos corrían hacia la salida, el sitio era un completo pandemónium, uno del cual sino salíamos sería nuestro inequívoco final.
Maxwell me tomó de la mano, su agarre era cálido pero al mismo tiempo firme para que le siguiera el paso, tropecé un par de veces, la masa amorfa se movía constantemente, había atrapado a varios enfermeros, sangre, vísceras y carne se filtraban por todos lados.
—¡Vamos por aquí!
Escuché una voz, era la de él, la de Maxwell, ahora volvía a estar lucido, tal vez esas gotas lo habían sacado de ese trance, de esa afasia en la que se encontraba. Aunque no lo sabía, solo sabía que ahora teníamos que salir de aquel tétrico lugar.
En el tumulto perdí de vista al doctor Wagner, desconocía su paradero, pero si una persona era responsable, definitivamente era él. Él tendría que estar sufriendo las consecuencias, no personas inocentes que habían pagado con su vida por los pecados que el doctor había cometido.
Pecados cruentos como tratar de hacer algo inimaginable.
Tratar de ver el origen y el final del todo.
—¡Por aquí!
Maxwell se movía con agilidad, como si fuera una gacela, una que estuviera en la tundra y estaba escapando del depredador.
—¡Por acá! ¡Y una cosa más, por nada del mundo veas a esa cosa!
Yo lo seguía e intentaba controlar todas mis fuerzas, hacer acopio de toda esa fortaleza interna para no ver hacia atrás, pero me era imposible, así que perdí la concentración y giré.
Mierda hubiera querido nunca haberlo hecho, ya que lo que estaba atrás era una jodida amalgama de cuerpos que iba sumando a su masa amorfa. Una melcocha adimensional tratando de entrar en un cuerpo espectral.
Una total locura irracional.
Y todo esto gracias a los experimentos de nuestro director. Las locuras a las cuales puede llegar una persona por querer experimentar con cuestiones que no comprendemos y que tal vez nunca lo logremos.
La humanidad tiene sus límites.
Seguíamos corriendo por los pasillos, escuchábamos gritos, personas que intentaban escapar, forcejeos y sonidos inteligibles, cuando al estar corriendo vi como Maxwell seguía tocando las paredes igual que hace poco cuando lo seguía.
Al parecer buscaba algo, ¿pero qué era eso que buscaba?
Esa cosa estaba por tomarnos cuando inesperadamente entramos a un pasillo escondido que Maxwell había encontrado.
[ Brío Mortecino ]
¿Estábamos salvados?
No sabía la respuesta pero lo que si sabía era que estábamos a salvo, enseguida vimos un largo pasillo, uno que en los extremos tenía unas antorchas que alumbraban el lugar.
Sin decir alguna palabra y tomados de la mano fuimos a explorar lo insondable, dejando atrás los gritos y los temblores que generaba esa masa al colisionar con la realidad.
¿Qué otros secretos podría esconder allí el doctor Wagner?
Electroshocks.
Trepanación.
O algo peor…
Seguimos avanzando hasta llegar a una lúgubre puerta, en ella estaba marcado un extraño signo, uno que de inmediato supe su procedencia. Estaba por hablar cuando él profirió abruptamente.
—Sí, es el mismo signo…
Asentí y pensé de inmediato que se trataba de aquella marca que había dejado el paciente en el techo cuando estaba en ese estado paranormal caminando por las paredes.
—Sigamos—retomó la palabra en medio del lugar mientras tomaba una antorcha y abría la puerta. Al hacerlo en ningún momento dejó de tomarme de la mano, ese gesto era muy cálido, me llenaba de ilusión, pero al mismo tiempo de seguridad.
Ahora nuestra unión es más sólida.
Aunque no habíamos cruzado palabras, por alguna razón parecía que ya nos conocíamos de toda una vida, era como si su piel reconociera a la mía, de alguna forma u otra esa unión, ese vínculo se fortalecía a cada instante.
—Maxwell, yo…
Quería hablar más, quería expresar todo eso que él me hacía sentir, sus ojos, sus labios, su ser, su abrazo, su piel, su todo, sin embargo me volvió a interrumpir.
—Lo sé, yo también siento lo mismo por ti, ya tendremos tiempo de hablar, primero tenemos que detener a ese loco a como dé lugar.
No respondí, solo asentí con la cabeza, tenía razón, teníamos que detener esas atrocidades de las que se vanagloriaba. Comenzamos a bajar por unas oscuras escaleras de caracol, descendíamos y descendíamos, no sé cuánto tiempo duramos, pero parecía que no tenía un fin. Íbamos con mucho cuidado, cualquier paso en falso nos podía llevar al abismo, las escaleras no tenían barandal, así que yo iba pegada a la pared y él cuidaba mis pasos.
Solté un suspiro, uno lleno de memorias y anhelos que estaba impregnado en el firmamento. Sabía que estando a su lado estaría segura. Después de descender al final llegamos a lo que parecía una cueva. Estalactitas y estalagmitas se vislumbraban a nuestro alrededor. Picos en ambos extremos que hacían una visión más lúgubre.
—Sigamos avanzando, creo que no estamos lejos de encontrarlo.
Sus palabras me guiaban y su aroma me embriagaba, era como si todo mi cuerpo estuviera electrificado, resonando su nombre en cada célula causando estragos.
El ciclo de Krebs se había intensificado.
Un sonido nos alertó, eran unos pasos que se escuchaban a la distancia, dejamos de avanzar, quedados estáticos, Maxwell estaba por ponerse frente a mí, pero a decir verdad yo era una mujer llena de valor, una fuerte en más de un sentido y esta vez no dejé que me relegara, ahora estábamos en igualdad en esta circunstancia.
Si yo caigo, caemos los dos.
—Vaya, vaya, vaya. Por fin vuelves a ser tú mismo…
Su voz era fría, como si cada tono se hiciera más oscuro y mortecino.
—Al parecer así lo es—respondió Maxwell con convicción dando un paso al frente. Definitivamente no se dejaba intimidar.
—Me enaltece—profirió con una sonrisa ladina dando unos pasos, tenían la manos en la espalda y no dejaba de vernos.
No hubo respuesta por ninguno de nosotros, seguía observando aquel lugar, era una insólita cueva, pero a un lado de nosotros estaba como si fuera un acueducto.
—Y por fin vuelven a estar juntos…
¿De nuevo juntos?
Aquellas palabras me habían tomado por sorpresa, ¿acaso el doctor Wagner sabía algo sobre nosotros? Eso me exalto y rompí el silencio que había en mi interior.
—¿Qué mierda sabe sobre nosotros? ¿Y por qué no podemos recordarlo?
—Mejor dicho lo sienten pero no lo evocan, o no de la manera convencional como todos lo hacemos—guardo silencio, siguió caminando y cada vez estaba más cerca de nosotros—Así que él se llama “Maxwell”, pero sino fuera Maxwell, ¿Quién fuera?
Hubo un prolongado silencio mientras lo veíamos con atención, cada palabra parecía que llevaba esos enigmas que intentábamos escrutar, como si fueran secretos entre líneas.
<<Si no eres Maxwell tal vez eres un renombrado profesor que estuvo en la Antártida y que encontró algo que no quería ser encontrado, al final lo que no comprendemos puede llevarnos a la locura, puede ser cierto eso no “profesor John”…
Las palabras del doctor cada vez se hacían más y más erráticas, pero al mismo tiempo podría ser que fueran más claras.
>>O tal vez seas la suma de las vidas de una persona que vivió en la edad de bronce, donde su amada nunca soltó ese lazo de amor que se dieron un día, al final el más oscuro de los miedos proviene del cielo, viene de las estrellas muertas que no vemos, o me equivoco “Andriy”…
Mierda, mas basura sin sentido, siguió caminando y chasqueó la boca.
>>O tal vez eres un genetista que trabaja en un laboratorio celular tratando de encontrar la cura del cáncer, ese donde las células se reproducen y se reproducen buscando la inmortalidad. Un cáncer que no se puede curar. Tal vez sea así no “Dante”…
—¡Dejé de decir estupideces y díganos de una puta vez quien soy!
>>O tal vez seas Román, Crono, James, Ethan, Ptolomeo, Mario Alberto, incluso Azazel. Y por mi parte yo podría ser el “Doctor Brodsky”, el “Doctor Owen” o el “Doctor Sergei Novikov”, sin embargo por este momento estoy bien con ser el doctor Wagner…
Hubo un prolongado silencio y después de ver el techo de la cueva retomó la palabra;
>>No se han preguntado si en verdad son personas de verdad o tal vez fruto de algo más. Algo que no podemos comprender, al final todos necesitamos recuerdos para saber quiénes somos y las cicatrices nos recuerdan que el pasado fue real…
Estaba por replicar cuando una sonora carcajada nos alertó, enseguida giramos hacia esa dirección.
>>Ah él, él fue el primer paciente que tuve aquí en Arkham, y por alguna extraña razón no deja de reír—se hizo el silencio mientras veía a la distancia dónde provenía la risa maléfica—Al final no pude curarlo, él…él solo quiere ver al mundo arder.
Levanté la vista y observé detenidamente la cueva, a su alrededor había unos extraños grabados, signos y símbolos en conjunto, estaban formando un círculo y en medio había una figura que estaba pintada con lo que parecía como si fuera carbón, un dibujo muy antiguo, parecía una pintura rupestre, pero esta tenía un toque tétrico y es que la figura que estaba en medio era un cuervo, un cuervo sin ojos.
—¡Ahora nos dirá quiénes somos y que son todos estos experimentos que hace con las personas! ¡Que era esa cosa amorfa! ¡Y quien mierda es Bektebu!
De nuevo chasqueó la boca y movió la cabeza en negación, dejó de ver el techo y ahora caminaba en círculos con la mirada en el suelo. Después de unos instantes retomó la palabra:
—Primero hay algo que les tengo que decir, algo, algo que deben de saber, algo donde la realidad no es lo que parece, donde existe una fina línea que divide todo, donde lo onírico deja de ser solo eso y donde cobra vida…
De nuevo más mierda sin sentido, ya me estaba hartando de su charlatanería, pero había algo que me limitaba a detenerlo y eso era saber más al respecto.
<<Esa fina línea entre lo real y lo irreal nadie lo sabe, incluso nosotros que estamos “vivos”, podemos respirar, podemos caminar, podemos hacer arte, podemos hacer lo que nos venga en nuestra jodida gana. Y quien nos dice que esto no es fruto de algo que se aleje de lo real. Tal vez seamos fruto de un delirante sujeto frente a un puto monitor, tecleando sin cesar hasta que sus ideas se destilen en el teclado, así que más vale que leas esto rápido y dejes de tomar tu taza de café que estamos por llegar al final del todo…
Estas últimas palabras las decía mientras veía a otro lado, era como si estuviera hablando con otra persona, no lo comprendía. Enseguida retomó la palabra e irrumpió mis pensamientos de una forma abrupta.
<<No lo comprendes y no lo llegaras a comprender doctora Delacroix, ya que las historias al final de todo no son más que historias, historias que se entrelazan con otras, como si fuera una amalgama de un todo, pero al mismo algo de nada. ¿Te doy escalofríos? ¿No lo comprendes? ¿Quieres saber más?
De nuevo estaba hablando como si estuviera con otra persona, simplemente no se enfocaba en nosotros.
<<Deja de pensar estupideces doctora y déjeme terminar esta historia… Al principio simplemente llegaron, eran papiros, papiros que no podía comprender, tal vez yo como humano no podía contener esa información, esto era algo más álgido, no solo ecuaciones sobre el universo y su origen, no. Esto era algo más grande. Así que comencé a investigar, al principio hice un culto, una secta, pero no dio resultados, después comencé hacer experimentos, a torturarlos en secretos, esperando que pudieran arriban y decirme aquel secreto, sin embargo de nuevo nada. Posterior intenté hacer algo onírico y el resultado fue el mismo. Y despojado de cualquier hito racional se originó una nueva terapia, una donde llegaría al origen de ese ser, de ese espectro en el firmamento, ¿en alguno de esos supercumulos se escondía? No lo sé, tal vez si, solo sé que él había sembrado algo, algo en la fina tela del espacio para que nosotros nos comunicáramos. ¿Qué es lo que quería? De nuevo no lo sé, solo sé que las personas que eclipsan su cordura y dejan salir su locura es cuando pueden verlo…
—Pero que mierda es todo eso que está diciendo, ¿en verdad espera que lo crea? —espetó Maxwell tomándome con fuerza de la mano, vi cómo se le tensaban los músculos y se le marcaba una vena de la frente, estaba colérico por aquello.
—Al final los locos no están tan locos y en su estado desfasado de la realidad podrían ver más que una visión que alguien más nos ha plantado, que alguien más nos está limitando. Alguien que no quiere que sepamos más del universo, de nuestro origen, de dónde venimos, alguien que no quiere que sepamos la verdad, la verdad del universo.
—¿Y cuál es esa misteriosa verdad?
—La verdad es que provenimos de un agujero negro, no hay otra explicación para el origen del universo y en cada uno de ellos tarde o temprano se formara uno nuevo. Pero hay personas que no quieren que lo sepamos, que quieren mantener el poder para ellos, controlan a las masas con la religión, con el miedo, con las guerras, con las tendencias, con la moda, la música, el arte, con cualquier cosa con tal de mantenernos atados e idiotizados a esto. Nos mantienen en una jaula, una canica azul llena de comodidad pero vacía de verdad. ¿Sorprendido? ¿con dudas? ¿esto es inverosímil? ¿Crees que son patrañas? ¿o lo mejor que has leído en tu vida? ¿quieres saber más? Sigue adelante y lo sabrás…
—¿Con quién mierda estás hablando? Si hay una persona loca esa eres tú. —proferí llena de rabia por ver su cara, seguía hablándole a la nada y nos estaba ignorando, como si no estuviéramos.
—Tal vez este loco, pero esto es lo más sensato que he hecho y eso fue quitarme el velo, y lo hice hace mucho, todo eso gracias a eso…
Extendió los brazos para que viéramos algo, y era aquel acueducto, uno que al principio no prestamos atención pero al verlo mejor pudimos percatarnos de que había algo extraño en aquel líquido, era de color plateado, era…
—Cromo. En efecto es cromo. Descubrí que el agua era el conductor universal, excelencia en cualquier parte del universo, pero eso de nuevo era una falacia. No habíamos estado analizando todo el universo para hacer una aseveración de esa índole así que había un mejor líquido, uno que inducia a ese estado alterado de la conciencia donde todo fluye, donde todo vibra, donde todo nace.
—Maxwell será mejor que nos larguemos de este jodido lugar, esto ya ha sobrepasado los límites.
—Si pero primero tengo que hacer algo.
Solo fue una fracción de segundo, una donde todo el tiempo se ralentizaba, sentí como soltó mi mano, quería sujetarlo, aferrarme a él pero estaba caminando, fue directamente hacia el doctor Wagner, con las manos empuñadas y lleno de rabia.
Al llegar a su encuentro comenzaron a forcejear, fue en ese momento que tembló, la cueva no era segura, del techo caían piedras, se estaba desmoronando y ellos seguían peleando.
Quise ir a su encuentro detenerlos pero no podía acercarme, fue en ese momento que vi como Maxwell impactaba un contundente golpe al doctor Wagner y estando en el suelo le caía una piedra, sin pensarlo, ni perder más tiempo lo tomé de la mano para que saliéramos, caminábamos con dificultad, entre rocas que había por todas partes. Yo lo tomaba con fuerza y estando a su lado sentía que podíamos salir adelante, que podíamos hacer todo, que no había nada imposible en nuestras vidas.
Me sentía plena y llena de vitalidad, una vitalidad que no podía describir, pero que sentía en mi interior al respirar.
—Te amo—proferí en un susurro, en un segundo mientras veía esa heterocromia que me embelesaba.
—Yo también te amo. —respondió en aquella efímera fracción de segundo, todo era perfecto en ese momento, todo era idílico, todo era eterno.
No supe que paso y el temblor se había intensificado que dimos un mal paso y caímos al acueducto, sin embargo en ningún momento dejamos de tomarnos de las manos. Mientras caíamos Maxwell me abrazaba y yo me aferraba a su cintura. Él me protegía y ahora nuestros latidos estaban en sincronía.
Si he de morir será a tu lado.
Seamos…seamos eternos…
El cromo nos cubrió y sentí un frío que nunca había experimentado, uno que cubría cada poro de mi cuerpo. Sentí que algo vibraba en mi interior, veía a Maxwell pero ahora por alguna extraña razón podía ver su calor, su electricidad, su magnetismo, sus músculos, su corazón, sus venas y arterias, incluso sus pensamientos, sus átomos, su todo. Y dentro de esa visión cósmica a la distancia vi como algo se levantaba de entre las rocas, algo que había dejado de ser humano, algo que tenía grandes cuernos, piel negra y garras pétreas.
Lo último que escuché en una lengua extraña llamada enoquiano fue que retumbo como un eco mientras volábamos, descendíamos o simplemente gravitábamos, lo último que escuché fue esto;
—Yo soy Bektebu, tu eres Bektebu, todos somos Bektebu…
FIN
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